Algunas de
acurrucaron en las torres de las iglesias, otras fueron a jugar y correr
junto con las luciérnagas por los campos, otras se mezclaron con los
juguetes de los niños...
Y la tierra quedó maravillosamente iluminada...
Pero con el
pasar del tiempo, las estrellas decidieron abandonar a los hombres y volver
al cielo, dejando a la Tierra oscura y triste.
_ ¿Por qué
volvieron? Preguntó Dios a medida que las estrellas iban llegando al cielo.
_ Señor, no nos fue posible estar en la Tierra, allí hay muchos cosas malas
y la gente se pelea, hay guerras, mucha maldad y muchas personas mueren sin
saber nada de Ti.
Y
Dios les dijo:_ ¡Claro! El lugar de ustedes es aquí en el Cielo, este
es el lugar que yo hice para ustedes. En la Tierra viven los hombres y las
mujeres, los niños y las niñas, los jóvenes y los ancianos.
El Cielo, es mi casa y el lugar donde ustedes tienen que estar.
Porque el cielo, es el lugar de lo perfecto, de lo que no tiene
mancha, de lo que cambia, aquí todo es hermoso...
Después que
llegaron las estrellas, Dios las contó una por una... Y luego con una voz
distinta dijo: Aquí no están todas, aquí falta una, ¿qué paso que no están
todas?
Las otras estrellas se miraban entre ellas hasta que un ángel le dijo a
Dios:
_ Señor, una estrella quiso quedarse entre las personas que viven en la
Tierra. Ella descubrió que su luz ayudaba a las personas, alegraba las
noches, los días, los campos, las plazas y muchos lugares donde había
mucha gente sin alegría ni paz...
A Dios le
gustó mucho escuchar sobre eso y le regalo a aquella valiente
estrellita que se había quedado en la Tierra una luz más grande y
brillante, para que pudiera iluminar a todas las personas que ella
quisiera...
Jesús volvió a hablarle a la gente:
--Yo soy la
luz que alumbra a todos los que viven en este mundo.
Síganme y
no caminarán en la oscuridad, pues tendrán la luz que les da vida. (Juan
8:12)
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